martes, 23 de agosto de 2011

Historias de: Madre Teresa de Calcuta


La India es uno de los países más grandes del mundo con inmensas riquezas y una de las poblaciones más numerosas que existen. Bombay, Delhi o Calcuta son enormes centros urbanos donde pocos privilegiados llevan una vida fácil, en medio de un pueblo hambriento y enfermo que sobrevive en los márgenes de la dignidad. Allí, entre la enorme multitud en que se mezcla el desesperado y el indiferente, una monja vestida de túnica blanca con bordes azules, levantó una obra alabada por el mundo entero; fue la madre Teresa de Calcuta.
Por José Medrano
Su imagen, su obra y su mensaje atraviesan creencias, religiones y culturas. La vida de una mujer que extendió los límites de la solidaridad y que hoy es ejemplo para millones de personas en todo el mundo. Este mes homenajeamos a una mujer que nos pertenece a todos: la madre Teresa de Calcuta.
Su verdadero nombre fue Agnes Gonxha Boyaxhiu, nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, Ex República Yugoslava de Macedonia. Vivió con total normalidad hasta sus ocho años, edad en que tuvo que enfrentar la repentina muerte de su padre, lo que dejó a la familia en apuros económicos. Fue entonces cuando su madre tomó las riendas de la familia y puso un negocio de ropa para continuar con la educación de sus hijos. Fue ella quien influyó en el carácter y la vocación de su hija menor.

UN LLAMADO ETERNO.Para comprender la fuerza de la vocación de quien luego sería la madre Teresa, hay que remontarse a sus 12 años. Participaba de las actividades de la parroquia y sus horas libres las pasaba en la biblioteca de la iglesia Sagrado Corazón; así sintió el llamado de convertirse en monja. Lo consultó con su madre, y ella, quizás preocupada, le aconsejó que no forzara el sentimiento. Pasó largas horas rezando en busca de una respuesta hasta que escuchó los relatos del padre Jambrenkovic, quien le contó las aventuras de los misioneros yugoslavos que viajaban a la India; la pequeña quedó fascinada con las historias y deseó ser una de ellos. Así, al cumplir los 18 años, pidió ingresar a la Orden de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto de ese país. Pero antes, tuvo que pasar dos meses en la Abadía de Loreto en Irlanda aprendiendo inglés, ya que la India en ese tiempo era una colonia inglesa. Terminados sus estudios, recibió el nombre de hermana Teresa (por Santa Teresa de Lisieux) y a los pocos meses inició su viaje. La flamante hermana Teresa llegó a Calcuta el 6 de enero de 1929 y después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, fue destinada al convento de Loreto Entally en la misma ciudad, donde enseñó en la escuela para chicas St. Mary. Paralelamente aprendió idiomas locales: el bengalí y el hindi.
El 24 de mayo de 1937, hizo una promesa y se convirtió, como ella dijo, en “esposa de Jesús para toda la eternidad”. Desde entonces se la llamó madre Teresa y continuó con sus clases en St. Mary donde se convirtió en directora en 1944. Los veinte años que pasó en la orden de Loreto estuvieron llenos de profunda alegría. Pero el 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, la madre Teresa recibió su inspiración, su llamada dentro de la llamada.

DE LAS CALLES DE CALCUTA A LA CELEBRIDAD.
Al observar la muerte en las calles, la madre Teresa no dudó y decidió salir del convento a recorrer la ciudad. Pidió permiso a las autoridades eclesiásticas pero se lo negaron. Pero ella insistió y, ante su obstinación, el Arzobispo de Calcuta le puso como condición que dejara de ser monja para convertirse en laica. Pero no aceptó y elevó su pedido al Vaticano. Finalmente, en julio de 1948, recibió la autorización desde Roma, para recorrer Calcuta. Así, a los 38 años, la madre Teresa dejó el convento y salió a la calle. Copió el atuendo típico de las mujeres de los arrabales indios, un sari blanco con bordes azules. Primero tomó un curso de medicina en Patna y, de vuelta en Calcuta, alquiló una cabaña en un barrio marginal y comenzó a enseñar a chicos pobres. La madre Teresa fundó una escuela como jamás nadie lo hizo: salió un día a caminar por un barrio infectado por la basura, se sentó en la calle y empezó a dibujar en la tierra con un palo. Unos niños se acercaron curiosos; enseguida les dio una clase y compartió comida con ellos. Y así durante una semana, hasta que un cura le regaló cien rupias para que abriera una escuela. A los dos meses tenía 56 alumnos y la gente del barrio comenzó a ayudarla.
Pero ella fue aún más allá, se internó en un barrio marginal y peligroso llamado Tijalba. Nadie se había atrevido a ir allá; las calles estaban pobladas de leprosos, abandonados por sus propias familias. La madre Teresa salió a pedir ayuda a las parroquias: en pocas la ayudaron, en la mayoría la humillaron diciéndole “la monja de los callejones”. Pero sus seguidores y voluntarios crecían y, junto a ella, recorrían las calles recogiendo a leprosos, tuberculosos o borrachos. Como constantemente veía la muerte en las calles, se acunó en ella la idea de crear un lugar para que los moribundos pudieran partir en paz, y como casi todo en su vida, finalmente pudo llevarla a cabo y fundó la Casa del Corazón Puro (Nirmal Hidray). Pero su petición causó sorpresa, hicieron falta muchos permisos y autorizaciones. Por fin, llegó el sí desde Roma y consiguió dos grandes tinglados, cerca del templo de la diosa Kali.
La madre Teresa jamás se detuvo en su lucha, en su pedido, en su constancia por ayudar a los demás. Así ganó celebridad: con su mirada penetrante, la dulzura de su sonrisa y su rostro surcado por arrugas desde muy joven. Las décadas de sacrificios trajeron sus frutos y la mujer que sintió un llamado místico, la que decidió dejar su ciudad natal para ir hasta la India, arrastró detrás de sí a cientos y luego miles de personas que la siguieron. Ingresó en los barrios más pobres y peligrosos, ayudó a los infectados de SIDA cuando nadie los reconocía y para 1979 se ganó el Premio Nobel de la Paz. Pocos años después logró ser recibida en Cuba, se entrevistó con Fidel Castro e instaló su orden. En 1988 también se le permitió entrar en la ex Unión Soviética.

“DAR HASTA QUE DUELA”. A partir de 1990 a la madre Teresa empezó a fallarle el corazón, entonces le pusieron un marcapasos que la volvió a levantar y la hizo trabajar más fuerte que antes. El propio Juan Pablo II, cuando fue a visitar la Casa del Corazón Puro, más conocida como la Casa del Moribundo, llegó a pedirle que no trabajara tanto, pero ella no le hizo caso.
En 1994, el inglés Christopher Hitchens atacó duramente a la Madre en un documental para la televisión, en donde la trató de “ángel del infierno” y la acusó de “demagoga, oscurantista y sirviente de las potencias occidentales”, aduciendo que el objetivo de ella no era el de ayudar a enfermos y moribundos sino el de realizar una cruzada contra los anticonceptivos y el aborto provocado. El mundo salió a defender a la madre Teresa con el argumento de que lo único que había hecho durante toda su vida fue dar. “Dar hasta que duela”, como solía decir ella. En sus últimos años, su muy mal estado de salud no le impidió trabajar a favor de los más necesitados hasta las últimas consecuencias. Ella, obstinada, jamás cedió y falleció el viernes 5 de septiembre de 1997, víctima de un paro cardíaco a los 87 años de edad sin haber dejado de trabajar un solo día de su vida.

La cosa más fácil Equivocarse.
El obstáculo más grande El miedo.
El error mayor Abandonarse.
La raíz de todos los males El egoísmo.
Los mejores profesores Los niños.
La primera necesidad Comunicarse.
Lo que más hace feliz Ser útil a los demás.
La persona más peligrosa La mentirosa.
El sentimiento más ruin El rencor.
El regalo más bello El perdón.
Lo más imprescindible El hogar.
La sensación más grata La paz interior.
El resguardo más eficaz La sonrisa.
El mejor remedio El optimismo.
La fuerza más potente del mundo La fe.
Lo más bello de todo El amor.

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